Sabiduría 18: 6-9; Hebreos 11: 1-2, 8-19; Lucas 12: 32-48
Es agosto. El verano se acerca a su fin. Incluso el Evangelio apunta a los “últimos tiempos”. La semana pasada escuchamos, “¡Insensato!Esta misma noche vas a morir!” Sin embargo, hay esperanza.
Tenemos que ser fieles a la obra que Cristo nos ha encomendado. Para todos nosotros, la misión de Cristo implica servir: servir al Evangelio y hacer buenas obras. El Evangelio de hoy se refiere a esto con la frase: “repartirles a su tiempo los alimentos”. Nuestro Papa Francisco dice: “Cualquier persona que se embarca en el camino de hacer el bien para los demás ya se está acercando a Dios.”
El Evangelio de hoy nos exhorta a estar pendientes de la venida de Cristo. Tenemos que esperarle todos los días, en nuestras actividades. El Papa Francisco dice: “todo… puede reflejar la bondad de Dios”. Pero hay que buscarlo. “Enciendan sus lámparas”.
Cada uno de nosotros disfruta de la belleza que el verano nos muestra. Dios lo sabe, y Dios lo usa para acercarse a cada uno de nosotros. Debemos ver su venida en tales momentos de verano. ¿Por qué? Porque renuevan nuestra fe. Sí, la belleza del verano es una imagen de la belleza de Dios. Cristo es pura belleza. Esto nos fortalece para hacer obras hermosas, o como dice nuestra lectura del Evangelio hoy, “repartirles a su tiempo sus alimentos”. Eso es evangelizar.
Debemos recordar la belleza del verano, cuando llega la frialdad del invierno. Estén atentos. “Enciendan sus lámparas”. Cuando Cristo venga, se verá reflejado en nosotros porque hicimos sus buenas obras que nos encomendó.