Lucas 18: 9 – 14
Tengo una amiga que se llama Dorothy. Ella es viuda, una mujer santa y piadosa. Ella formaba parte de un grupo parroquial que participaba en la adoración del Santísimo Sacramento. Una tarde yo estaba en la capilla con ella cuando un joven estaba presente. Esa noche, ella se quejó de él. Ella comentó: “Él se arrodilla en una sola rodilla”. Yo le respondí: “Dorothy, ¿crees que a Dios realmente le importe cómo se arrodilla? A Dios le preocupa más dónde está su corazón a cómo se arrodilla!”
Esto es algo parecido a la parábola del evangelio de hoy. Todos solemos juzgar a los demás – cómo fracasan o cómo se equivocan. Posiblemente este sea nuestro pecado. El evangelio de hoy muestra una inversión divina. Los que tienen poder se alejan de Dios. Y los desafortunados se acercan por medio de su humildad. La palabra humildad significa “de la tierra” o “con los pies en la tierra”. Observen cómo el hombre al fondo sostuvo la mirada hacia abajo. Dios acerca este tipo de personas a causa de su humildad. Los desafortunados no pueden superar sus circunstncias a solas. Ellos saben que necesitan la misericordia de Dios. Dios los levanta.
Sabemos que es fácil criticar a otra persona – un compañero de trabajo, un vecino, un político o alguien en nuestra comunidad, nuestra parroquia, nuestra iglesia. En lugar de juzgar a los demás, contemplemos nuestros propios errores y pidámosle a Dios su misericordia. “Dios, ten piedad de mí, pecador.”