Ex 34: 4-6; 8-9. 2 Cor 13: 11-13. John 3: 16-18
Las tres personas de la Trinidad intercambian amor entre ellas y luego se van al mundo, a nosotros, creando y renovando personas y situaciones que lo necesitan, como nuestro día actual de virus, protestas y disturbios. En los Ejercicios Espirituales, San Ignacio de Loyola habla de esto de esta manera:
“Las tres personas divinas … miran nuestro mundo: hombres y mujeres que nacen y descansan, algunos se casan y otros se divorcian, los viejos y los jóvenes, los ricos y los pobres, los felices y los tristes, muchos gente sin rumbo, desesperada, odiosa y asesina, tantos desnutridos, enfermos y moribundos, tantos luchando con la vida y ciegos ante cualquier significado … Ellos dicen: ‘Trabajemos en la redención de toda la raza humana; respondamos al gemido de toda la creación “. (Fleming 91-93).
Ante esto, deciden enviar al Hijo para redimir al mundo. El Hijo envía al Espíritu Santo que continuamente renueva “la faz de la tierra”, incitándonos a actuar como el Padre y el Hijo en el mundo.
El Papa Francisco pregunta: “¿Tendemos a permanecer encerrados en nosotros mismos, en nuestro grupo, o dejamos que el Espíritu Santo nos abra a la misión?” (19 de mayo de 2013). Abrirse a sí mismo es lo que hizo Jesús en la tierra, y nosotros hacemos lo mismo, impulsados por el Espíritu. Cada vez que nos movemos de nosotros mismos a otros, mostramos a la Trinidad trabajando en nosotros.