En este relato del evangelio, Jesús
está presente en las vidas de estas personas necesitadas. Los pescadores
necesitan pescado. Pedro dice: “No hemos atrapado nada”, y descubre
que Jesús no es nada, sino algo extraordinario. Jesús era un carpintero, no un
pescador. Se suponía que no sabía dónde estaban los peces. Su poder es más que
el poder de un carpintero, más que el poder de un pescador. Su poder está más
allá de lo natural.
En esta historia, Jesús hace algo asombroso para los pescadores, y eso los cambia. El evangelio de Lucas destaca que él entra en su realidad cotidiana; estos pescadores no encuentran a Jesús en la sinagoga. Él va hacia ellos donde están. Reunirse con él los cambia. Dejan sus redes. Este es un gran cambio de dirección en sus vidas ordinarias. Él cambia a la gente común a hombres nuevos.
Jesús quiere hacer lo mismo con nosotros. Lo encontramos en los sacramentos. Los sacramentos son encuentros con Cristo, y nos cambian. La Eucaristía puede cambiarnos. Nos purifica como lo hace el carbón a los labios del profeta. Reconocemos nuestro pecado, como lo hizo Pedro. Luego, seguimos como lo hicieron Pedro, Santiago y Juan. Atraemos a otros como lo hizo Jesús. Sienten algo, y ellos lo que tenemos. Por nuestra presencia cambiada, es como si dijéramos: “Vengan y vean”