Gen 2:7-9; 3:1-7; Rom 5: 12-19; Mt 4:1-11
Jesús es llevado al desierto. Está solo consigo mismo: con las voces rivales de Dios y Satanás. Como nosotros. Fue probado y demostró ser la santidad de Dios. Él quiere darnos esa santidad.
Había una parte de Jesús que quería usar su poder para hacer pan, para tener el prestigio del mundo. Los quería como nosotros los queremos a ellos. Luchó contra estas voces en competencia. Estaba siendo probado y obedeció. A diferencia de Adán. A diferencia de los israelitas. La Cuaresma es nuestro tiempo para enfrentar nuestras debilidades en el desierto.
Como Jesús una persona sabia da algunos ejemplos de nuestros pecados, como “cuando nos negamos a reconocer la ira, la glotonería o el chisme, por ejemplo, como pecados contra el prójimo y Dios … La penitencia es esencial porque el pecado, después de todo, es fácil. Es fácil de comprometer, fácil de olvidar, fácil de fingir que no sucedió, fácil de explicar”. La Cuaresma es un tiempo para responsabilizarnos ante Dios, que está lleno de misericordia. Jesús fue probado. Como nosotros. Enfrentó las tentaciones y las venció. Para nosotros. En su muerte, se convirtió en polvo como nosotros. Su muerte nos dio la vida de Dios. Cuando hacemos penitencia durante la Cuaresma, nos abrimos para recibir más de la vida de Dios en nosotros. Cristo está con nosotros durante la Cuaresma para ayudarnos a superar nuestras debilidades como lo hizo. Él quiere que seamos santos como él. Esos ángeles que ayudaron a Jesús a venir también a nosotros.